martes, 21 de abril de 2009

GARDEL: ANCLADO EN EL PARLAMENTO (Romanza)



Ya van para diez meses que se presentó el engendro…
Aquí en Montevideo, sede del particular Parlamento,
y siento que la espera les ha clavado un puñal …..
¡Qué duele! y ¡Como!


Estas líneas perdidas en una papel ya amarillento, con rasgos llorosos, acercan recuerdos - “Saudades” que le dicen - de conferencias de prensa plagadas de alharacas y soberbia; todo ello destinado a enmarcar la presentación ante el Parlamento Uruguayo, de otro “verso malevo e imposible”; esta vez ….. el de “LA FOTO Y EL PLANO”; ese mismo que – según la gente - supero fábulas anteriores.

Sin embargo, bastó que “tres silenciosos caballeros” presentaran (desde una simple Mesa de Entrada) la contracara de tanta incoherente ficción, para que todo se esfumara en el tiempo y la distancia, a la vez que fuera a parar “al archivo de las hojas muertas”. (Diario “El País incluido).

Así, el pesado ENGENDRO desapareció, como lo hacen las sombras, cuando el sol de la verdad llega y las desvanece.

Todo lo intentaron. Reemplazaron planos y sumaron “dotores” y “guitarreros”, al inagotable común decir sin pruebas. Pero el resultado fue el mismo: “Nada por aquí, …nada por allá” Como era previsible, el veredicto inapelable de la razón, condenó al cuento a quedar olvidado.

¡Como transcurre el tiempol ¡Como se acalla la mentira!¡Basta de fábulas! - ¡Basta de mensajes carentes de pruebas! - ¡Basta de …. “yo creo”, “habría” o “tendría”! - ¡Ya murió la invención: HOY REINA LA VERDAD! Toda la documentación fehaciente prueba que, tal cual lo resolvió el Juez uruguayo Dr. Francisco Jurdi Abella, CARLOS ROMUALD GARDES, CARLOS GARDES o GARDEL, son una misma y única persona, nacida en Toulouse el 11 de diciembre de 1890, hijo de Berthe Gardes.

Lo mismo fue determinado por dos jueces en Argentina. Uno, Horacio H. Dobranich, en 1936 y hace poco tiempo (año 2004), la doctora Fabiana Haydée Schafrik .
Si no es así y los jueces y yo estamos equivocados, pido muy respetuosamente a las personas que tengan pruebas de nuestro error, que lo demuestren; pero sin insultos, sin llanto y sin ofender la memoria de “El Morocho del Abasto” y sus seres queridos.

José Pedro Aresi
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