GARDEL: LAS COSAS EN SU JUSTO PITO
La Señora Martina Iñiguez, mimetizada por un conocido NICK, salió prestamente, al cruce de una nueva tentativa para que los uruguayos conozcan el verdadero origen de Carlos Gardel.
En efecto, sabemos de las dilaciones y obstáculos que, sistemáticamente, ciertos orientales interponen al análisis de ADN, propuesto hace 10 años por el Diputado uruguayo Agapo Palomeque. No obstante, gardelianos de buena fe propusieron, alternativamente, hacer un examen datiloscópico, de las huellas dactilares de Carlos Gardes en 1904 y Carlos Gardel en 1923.
Afortunadamente ambos registros ya fueron realizados, exitosamente, por los doctores Torre y Fenoglio y la iniciativa que se propone ahora, consiste en volver a efectuar el examen, esta vez, con la participación de una Comisión Binacional, con las máximas garantias de seriedad e imparcialidad.
Pues bien, un tal"Enrique" (nick que encierra dudas) saltó como con resorte, más ligero que el pardo de la célebre Milonga y sentenció, con su habitual desparpajo, que era indispensable contar con las impresiones digitales de nacimiento, del niño de Toulouse...
Es sabido que el examen dactiloscópico se estableció en Francia, recién en 1917.
"Enrique" lo sabe, pero su afán de confundir es más fuerte que su capacidad para ocultarse, entre los mil rostros con que, frecuentemente, intenta mimetizarse.
Pero ya conocemos la natural inclinación de la señora para dejar desairados a sus propios adherentes. Con ello no hace otra cosa que esmerilar la confianza de tanta gente honesta, dispuesta a confiar en sus patrañas.
Pero esto no es nuevo. Su virtud más destacada es encontrar, en cada solución, un obstáculo. Le seduce el cuento de “LA BUENA PIPA” y parasitar en los detalles. Se complace en sustituir los Documentos por las fábulas, sobre las que exige el acatamiento a "su" buena fe.
Últimamente, frente al reclamo por un examen de ADN que termine con el fatigoso ejercicio de la polémica inútil, resolvió desprenderse de su comprometida responsabilidad en el tema.
El 5 de mayo ppdo. se dirige a un entrañable amigo para dejarlo solo en su empeñosa iniciativa. "Espero no haber sido ambigua, - lo sacude impiadosamente- por las dudas te repito, me importa un PITO el ADN".
En esa misma carta, para no dejar esperanzas de su abandono, lo desaira: "Me importa un pito del Proyecto de ADN, que quede bien claro" (Carta a C.P del 5 de mayo de 2008)
Nosotros conocemos su naturaleza y no nos sorprende, la fragilidad de su memoria. Pero, seguramente, hay gente honesta y de buena fe que recuerda su monserga.
En efecto, hace apenas pocos meses, desde las páginas de "Carlos Gardel - El Oriental", decía, exactamente, lo opuesto.
El 6 de noviembre de 2007, arengaba a sus seguidores, convenciéndolos de lo contrario y disfrazada de "Carmelita Descalza", clamaba: "Apoyo la realización del ADN" en su párrafo final.
Pero, para que no quedaran dudas de su duplicidad, anteriormente había ya rematado su alegato, con esta frase, que debe sonar como amarga desilusión, entre sus candorosos amigos: "Deseamos que esa gestión llegue a buen término" imploraba convincente.
Pero como ella misma escribiría: También sus deseos, no valen un PITO.
En efecto, sabemos de las dilaciones y obstáculos que, sistemáticamente, ciertos orientales interponen al análisis de ADN, propuesto hace 10 años por el Diputado uruguayo Agapo Palomeque. No obstante, gardelianos de buena fe propusieron, alternativamente, hacer un examen datiloscópico, de las huellas dactilares de Carlos Gardes en 1904 y Carlos Gardel en 1923.
Afortunadamente ambos registros ya fueron realizados, exitosamente, por los doctores Torre y Fenoglio y la iniciativa que se propone ahora, consiste en volver a efectuar el examen, esta vez, con la participación de una Comisión Binacional, con las máximas garantias de seriedad e imparcialidad.
Pues bien, un tal"Enrique" (nick que encierra dudas) saltó como con resorte, más ligero que el pardo de la célebre Milonga y sentenció, con su habitual desparpajo, que era indispensable contar con las impresiones digitales de nacimiento, del niño de Toulouse...
Es sabido que el examen dactiloscópico se estableció en Francia, recién en 1917.
"Enrique" lo sabe, pero su afán de confundir es más fuerte que su capacidad para ocultarse, entre los mil rostros con que, frecuentemente, intenta mimetizarse.
Pero ya conocemos la natural inclinación de la señora para dejar desairados a sus propios adherentes. Con ello no hace otra cosa que esmerilar la confianza de tanta gente honesta, dispuesta a confiar en sus patrañas.
Pero esto no es nuevo. Su virtud más destacada es encontrar, en cada solución, un obstáculo. Le seduce el cuento de “LA BUENA PIPA” y parasitar en los detalles. Se complace en sustituir los Documentos por las fábulas, sobre las que exige el acatamiento a "su" buena fe.
Últimamente, frente al reclamo por un examen de ADN que termine con el fatigoso ejercicio de la polémica inútil, resolvió desprenderse de su comprometida responsabilidad en el tema.
El 5 de mayo ppdo. se dirige a un entrañable amigo para dejarlo solo en su empeñosa iniciativa. "Espero no haber sido ambigua, - lo sacude impiadosamente- por las dudas te repito, me importa un PITO el ADN".
En esa misma carta, para no dejar esperanzas de su abandono, lo desaira: "Me importa un pito del Proyecto de ADN, que quede bien claro" (Carta a C.P del 5 de mayo de 2008)
Nosotros conocemos su naturaleza y no nos sorprende, la fragilidad de su memoria. Pero, seguramente, hay gente honesta y de buena fe que recuerda su monserga.
En efecto, hace apenas pocos meses, desde las páginas de "Carlos Gardel - El Oriental", decía, exactamente, lo opuesto.
El 6 de noviembre de 2007, arengaba a sus seguidores, convenciéndolos de lo contrario y disfrazada de "Carmelita Descalza", clamaba: "Apoyo la realización del ADN" en su párrafo final.
Pero, para que no quedaran dudas de su duplicidad, anteriormente había ya rematado su alegato, con esta frase, que debe sonar como amarga desilusión, entre sus candorosos amigos: "Deseamos que esa gestión llegue a buen término" imploraba convincente.
Pero como ella misma escribiría: También sus deseos, no valen un PITO.
COLOFÓN: " Donde mueren las palabras"
Juan Carlos Esteban
Juan Carlos Esteban
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